Así me tienes, a medias dando vueltas con la boca abierta intentando respirar de tus suspiros.
Siempre andando por una espiral por mi cabeza y no te mareas, ni una bomba nuclear llena de drogas blandas y alcohol lograrían matarte dentro de mi cabeza. Te escondes en tu guarida, y cuando bajo la guardia sales en mi busca en estas noches, una tras otra en las que no consigo definirte, y la concentración frecuentemente es nula.
Bien sabes que yo me dejo atrapar y me enredo entre tus ramas, esas por las que siempre vas aunque a veces no digas nada.
Llevo zapatos, con un infinito tacón, aún así no logro mirarte, mudo de pieles constantemente y de papeles y ningún juego te excita. Haces creer que eres un caballero de acero, pero todo cambia cuando nuestras distancias se limitan, cara a cara, y tu armadura se convierte en una bomba de relojería.
No sé que quieres que te diga pero ahí estabas, y todo eso puede que se repita. Yo procuraré que no se te olvide mi nombre, y por sorpresa llegue ese día en el que al son de un bolero nos digamos cuántos nos echábamos de menos y que nunca pararemos de bailar porque ya no nos falta la música.
Tan sólo te haré una pregunta ¿me quieres viva o muerta?.
Aunque si de duelo de miradas se trata ya sabes de antemano quien de los dos caerá antes.
Dado que me das la opción de elegir mi muerte, no hace falta que te diga más, ya lo sabes cómo y con qué quiero que me mates.
Haría que pudiese resucitar.
Tú eres el arma homicida.
Haría que pudiese resucitar.
Tú eres el arma homicida.
Porque el matar va más allá de la metáfora, puede que antes de que me claves tu mirada te mate yo antes, saques la espina de mi corazón y coronemos la noche de color púrpura.
Al fin y al cabo volvemos a lo de antes, ni matándonos conseguiré que te marches. A veces te adoro, otras te odio, a veces no sé que tiene esa bordería que al final hace que te vea como algo que me incita, y sé que en el fondo no soy objetiva.
Debería dejarte, o puede que en un instante no estés, desapareciendo con las tardes cuando se suicidan.
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