domingo, 19 de octubre de 2014

Sin título

Vienes y me manchas de rojo. 
Te vas, pero siempre sin herirme.
 Me dices que quieres excavar un poco.
 Te dejo y abajo estoy de ese hoyo mirándome desde arriba. 
Me hablas como si nada y las mariposas se me atragantan en el pecho. 
Que trecho has recorrido que yo sola me he perdido, como siempre, y ardiendo las heridas me has cosido. 
No entiendo lo que has dicho ni decidido, cuando todas las noches mirábamos las estrellas en mi techo sin preocupaciones.
 Cuántas razones y la sinrazón siempre me gana. 
Me echo el freno de mano y la verdad es que no sirve para nada.

Me canso de mi misma, me canso de que se pierda la magia. De hablar las cosas, de la fragilidad de mi existencia, de hacer las cosas siempre a tu manera y no tener ningún control sobre nada.
Que me quede sin fuerzas, que me quede extasiada, que me tire al vacío, que no escuche nada.

Que soy una versión de mi misma en este escenario, fingiendo sentimientos y ocultándote mis frases. 
Poniéndome a tu altura, sin excederme ni quedarme. Antes me sentía libre de decirte pero ahora me condiciono a mi misma para no sentirme importante, pues no sé lo que te mereces, ni tampoco sé que es lo que debo darte.

Siempre tan tú, tan poco yo. 
Potenciando mis debilidades, espantando promesas y atrayendo soledades. 
Te hago las mejores de mis especialidades, me cubro con un muro de hielo pero vienes con un mechero y derrites todos mis miedos.
 No lo entiendo.

De qué sirve tanta libertad si acortamos profundidades. Se distorsiona la importancia y el valor de las intimidades. 
De qué me sirve invertir el tiempo si yo sólo quiero fluir, que lo demás es todo un invento, mediciones imaginarias para comprender este mundo hostil.
Y si tú te estancas yo no puedo seguir, y si sigo, me pierdo, me pierdes. 
No nos perdemos.