lunes, 3 de noviembre de 2014

HI

Lo peor que le puedes hacer creer a alguien es que te importa. Y al igual que Fito, le escribo a lo que nunca tendré, a esos besos que ya no serán nunca bucles en mi boca, a no escuchar nunca más en mis oídos tu voz.

Le escribo a esa sensación de idiotez cuando siempre pones tu granito de racionalidad en todo. En que eres capaz de que transforme tus peores defectos en virtudes. Que lo acepte. Que me guste.
Me harto de conformismos y de que siempre subas el volumen de tus cascos para no escuchar(te).

Que un Domingo es un Domingo a secas si tú no estás. El frío viene y no estarás aquí para salvarme de mis dudas existenciales sobre la oscuridad que se ve a través de mi ventana, de que no sé si son las siete o las diez, pues ya las noches son más largas; de los monstruos que hay debajo de mi cama.. cuando en realidad el único monstruo que atormenta mi cabeza soy yo misma.

Pasas la vida luchando contra la gravedad, contra tu propio peso, en cuestas que no llegan a ninguna cima y en no-luchas contra caídas aparentemente irreversibles por el mero hecho de que la subida merezca la pena aún más.

Sólo me queda que el invierno me hable de ti, o tú de mi, porque hace tiempo que no me reconozco en el espejo y aún no entiendo que me he hecho para tenerme tanto rencor.

Y entre rencores te busco, entre todos tus cigarrillos clavados en mis pulmones, uno por uno.

Y aunque seguramente no me busques y me harte yo de buscarte, supongo que no dejaré de hacerlo.

Y hablo de ti como de otro cualquiera que aún no ha llegado. Y aunque me jodas la vida, habrás venido.

Que quizás debería de ser más egoísta, crecerme y subir de nivel, pues ya me queda poca vida en este juego.
Se me acaba la batería, se apagó la luz, y nadie quiso pulsar el botón. 

Prefieres mirar con tus dos ojos abiertos, cuando lo mejor era ver con nuestros ojos cerrados.