lunes, 2 de febrero de 2015

-Borro y vuelvo a empezar-

Veneno,
no sé
no sé qué es
Mierda, sobra

-borro- 

Es como si las noches me pesasen
-supongo que por decir algo-

Demasiadas frustraciones,
demasiadas pesadillas a las que darle sentido.
¿Para qué? ¿por qué ese empeño en buscárselo?
Si no me entiendo, ¿de quién es el problema?

-vuelvo a empezar-



Soy yo, yo misma
quien me hace un ser etéreo, 
puro, irreal...

Intangible.
 

Entre torbellinos 
voy siendo únicamente sinónimos de mi misma
a lo largo de este calco blanco, 
porque él también fue víctima de su vaguedad.



Corrupto, 
más que su propio retrato.
Es tan fácil caer en la sensualidad de la trivialidad...


Más que ser auténtico, hay que parecer serlo:
las palabras vacías, los amagos
como símbolo de valentía,
ocultarnos detrás de
sonrisas de medio lado.
Cigarros mal pagados,
labios rojos bien apagados
que hunden más mis espinas.
La cerveza bien fría,
corazones de piedra,
jugar con mi pelo,
pensar que la canción se termina.

Perderte de vista, 
verte desde el otro lado
caminando
para fundirte en un íntimo y único infinito.

Dar otro trago, 
reirme, iluminada con un foco azul.
Caminar mirando el asfalto.

Llego a la cama donde en sueños estamos
unidos por garabatos, haciendo un lenguaje único
de los cortocircuitos de nuestra mente.
Un fenómeno accidental.
Descargas disruptivas.
Asumo el peligro y el morbo

que supone vivir sin cortacircuitos.

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