lunes, 2 de diciembre de 2013

Hielo y agua



Perdona si hoy mis huellas dactilares no han esbozado vocablo alguno en la cubierta de tus ojos. 
Mis pies no han estado sobre la orbe, y no sé cuánto tiempo he estado allí, se te nubla la vista y aterrizas dentro de un coche rumbo a esa ciudad.
 Hace 13º.
 Por los cristales traspasa el sol, y aunque le gente vaya vestida de Diciembre no parece que sea invierno.

Es un día sin nombre, el típico para olvidar, y no porque sea Lunes. 
No ha pasado nada, para definir que ha pasado todo.
 Todo ha atravesado mi cabeza, me he hecho películas y he figurado tu llegada.
Lo único interesante hoy ha sido imaginar(te)

Que me veas haciendo la música brotar por mis dedos, y con cada movimiento hacer caricias en su totalidad dejando de ser yo, brillando desde el interior.

Y es que ya me has visto de tantas formas distintas que no estaría de más profundizar un poco en ellas.
Yo te invito a ello, y me dejo hacer.
Tú te has transformado en cristal, luz, papel, piedra... en mil formas, y es que ya no hace falta, porque ahora te miro, se me salen los ojos de las órbitas y te veo en tu totalidad. 
 A vos.

Cruzamos la línea imaginaria tantas veces, y tú adivinabas el futuro en unos segundos.
 Me pongo segura en el otro lado y ya es imposible que me vaya.

Has ido erosionándome cual montaña, hasta que sin saberlo, estabas en la cima. 
Con un golpe de realidad se me ha corrido de los ojos la cortina. 

Tantas cosas que se quedaron sin decir que ahora corren hacia mi boca con vida propia y sin mi permiso se cuelan en tu oído.

Tienen más peso de lo que nosotros pensamos esos (tus) detalles tontos. 
Y no ha sido tiempo perdido.
 Perdida he estado buscándote en otras caras, en otras manos, en otras palabras... 

Te veo hablar y se me pasan las horas, ni qué decir si te tuviera cerca. 

Y es que el tamaño a mi no me importa. 
He dormido en espacios grandes en los que ni siquiera nos rozábamos... pero nunca tan bien como en una cama tan pequeña.

Podemos ser amigos, desconocidos, amantes, 
en el mismo espacio-tiempo, no haciendo falta otra cosa más.

Silencios cómodos, que se pueden rellenar.
 Abrazos bajo un beso de sol. 
Risas que hacen que caiga el anochecer.

Decidiste volar, olvidarte y seguir tu camino. 
Siento tu ausencia, porque siempre en un momento álgido, cuando he caído en lo más hondo, siempre hemos caminado juntos.

Ya ves, quién quiere ahora polos opuestos. 
Si al final lo que acabas buscando es un alma parecida a la tuya, alguien con unas características que tú puedas ofrecer o al menos exigirte a ti mismo. Siempre con algunas diferencias para cosas sin importancia para así hacerlo más interesante,
 pero la clave es la base. 

Si no hay cosas en común, 
esa base acabará 
resquebrajándose.

Y así he ido deambulando de un lado para otro pues siendo agua me he juntado siempre con fuego.
 Dejando papeles quemados, tintas secas, historias sin terminar...
A mi a veces convertida en cenizas y otras marcada mirando siempre hacia atrás.

Y no es que mi fuente estuviera seca, sino que introducían llaves incorrectas. El agua seguía fluyendo preguntándose si algún día subiría la marea. Lo mismo eran piedras, restos del ayer.
 Te engañas. No fluían al 100%, faltaban ganas, impulsos, esa complicidad que no tenías con nadie más.  

Cómo iba a dejar que me rozaras, si siendo hielo abrasabas mis heridas abiertas.
Me limitaba esperando a que llegaras con mi primavera. 

Eres hielo, calándome hasta los huesos, condensándo lo poco que quedaba 
de mi en un meteoro.
 Precipitando sus aguas, has hecho que crezcan flores en este, que era mi invierno.

Y ahora si me da la gana, si tú quieres, si me dejas, ahora sí que sí, podemos jugar, transformarnos, bailar, saltar, pasear de estado a estado, sintiendo el gas de tu aliento en la comisura de mis labios, derretirme cual licor, solidificarnos...