lunes, 13 de abril de 2015

Contigo sin ti, congo.

Sí, es normal.
Tiene que ser normal esta cara.
Estas arrugas y ojeras sumándose a la falta de alegría en mi mirada.
Es normal que duerma del lado opuesto
desde que no noto tu espalda en el filo del colchón sujetándote.
Abrazándome, para no caer,
pues ya ves,
tengo esa manía fea, extraña,
de de echar a todo aquel que entra en mi cama.

Qué ironía,
entrar sola, en ella,
solo para arrugar mi piel entre las sábanas,
y ya.
Ni soñar, ni recordar,
ni besar el peso de tu cuerpo con el mío,
notando cómo se ahoga cada poro,
y yo,
y mis ojos gritándote con mis labios en tu cuello que no.
A todo.
Aunque mis manos te agarren fuerte de la espalda,
y te marquen,
para ahogarme un poco más,
y sudar,
todo lo que no hemos sudado,
y llorado entre mis piernas.

No es normal que siempre tenga que ser la tonta,
esperando a que me llames
mientras estoy de espaldas en la barra del bar.
Tal vez bebiendo, puede que sin espíritu,
o esperando mi turno para cantar una vez más.
Escupiendo cristales por cada copa,
sonrojando mis mejillas
con cada palabra que me escupes
y con cada gota,
que me salpica,
de tu boca.

Y de nuevo,
arrastrarme con mi sangre en mis manos,
rasgando mi tripa o mis tripas,
no lo sé ya.
Ni siquiera sentir.

No recordaba que,
cuando me soltaste,
por cada paso que daba,
más llovía sobre la acera.
Agua de otro mar,
aunque sin sed a veces beba.


martes, 3 de febrero de 2015

Cuando me pon(go)es dramas o se me cae la cortina


Tengo irremediablemente ganas de hacerme añicos
y que de una puñetera vez vengas y hagas algo por salvarnos.

Que no me dejes tirada cual ceniza que sopla el viento,
 ya no tengo ganas ni fuerzas de disimular
y hacerme de puro hielo, 
pues más quisiera que fueras helio,
el más simple de resolver bajo mis reglas 
de mecánica poética.

Tu lacra es que siempre estás rozando                            
el cero absoluto,
la temperatura más baja
-donde no puede haber movimiento-
que sirve de punto de partida                   
desde cualquier escala, 
pero como siempre
un límite inalcanzable.

Demasiado inerte, demasiado estable.

La verdad es que ya es decir,
y a mi juicio, desorbitante,
catalogarte
de forma alegórica
entre los nobles.
Pues solo me servías 
como bombilla incandescente,
me iluminabas de forma poco eficiente
y lo demás,
la mayoría,
todo lo que me devolvías
era puro e inepto calor.

Me consumías.

 Y ya ves, que de tanto repetirlo no ves nada.
Que en realidad estoy totalmente derretida,
licuada,
debido a mis débiles fuerzas 
al-son-de-un-Vals.

Estoy harta del invierno,
que enero nunca termina.
Inmóvil siento cada quemadura
que me hace la nieve,
al caer sobre mi cara fría.

Inhalart(Xe)e para luego quedarme dormida,
y es que esta resaca mental
es completamente frígida y lo peor,
consentida.



                                    

lunes, 2 de febrero de 2015

-Borro y vuelvo a empezar-

Veneno,
no sé
no sé qué es
Mierda, sobra

-borro- 

Es como si las noches me pesasen
-supongo que por decir algo-

Demasiadas frustraciones,
demasiadas pesadillas a las que darle sentido.
¿Para qué? ¿por qué ese empeño en buscárselo?
Si no me entiendo, ¿de quién es el problema?

-vuelvo a empezar-



Soy yo, yo misma
quien me hace un ser etéreo, 
puro, irreal...

Intangible.
 

Entre torbellinos 
voy siendo únicamente sinónimos de mi misma
a lo largo de este calco blanco, 
porque él también fue víctima de su vaguedad.



Corrupto, 
más que su propio retrato.
Es tan fácil caer en la sensualidad de la trivialidad...


Más que ser auténtico, hay que parecer serlo:
las palabras vacías, los amagos
como símbolo de valentía,
ocultarnos detrás de
sonrisas de medio lado.
Cigarros mal pagados,
labios rojos bien apagados
que hunden más mis espinas.
La cerveza bien fría,
corazones de piedra,
jugar con mi pelo,
pensar que la canción se termina.

Perderte de vista, 
verte desde el otro lado
caminando
para fundirte en un íntimo y único infinito.

Dar otro trago, 
reirme, iluminada con un foco azul.
Caminar mirando el asfalto.

Llego a la cama donde en sueños estamos
unidos por garabatos, haciendo un lenguaje único
de los cortocircuitos de nuestra mente.
Un fenómeno accidental.
Descargas disruptivas.
Asumo el peligro y el morbo

que supone vivir sin cortacircuitos.

sábado, 31 de enero de 2015

Amantes


Quién dijo que el rosa y el rojo no son buenos amantes,
si los mejores atardeceres están bañados de ellos.
Se ramifican, se mezclan y bailan con las nubes. 

Un abanico de colores que con su brisa 
enamora hasta el alma más rota y el sentimiento más necio.

Y si quieres le podemos dar la vuelta al argumento,
las palabras son fonemas antes que pensamientos, 
tragándotelas envueltas en puro fuego
para anochecer despiertos.

Y así cada día lo pasamos entre verbos en movimiento.
Se aceleran nuestros cuerpos, 
pero eso es una rima fácil, así que 
mejor será ver como el día muere en silencio.



Atardeceres


Dicen que cuando cae el sol, 
"nosotros también caemos abatidos en la mansa noche que todo nos lo explica y nos allana". 
De forma horizontal o espiritual, etérea, de alguna manera u otra. 

Cada día somos un yo, unos 365 yoes distintos, viajamos por infinitud de sentimientos y estados, se sensibilizan nuestras percepciones o simplemente nos anulamos -todo esto como si de una montaña rusa se tratase -hasta que al fin caemos en la noche y nuestros iris sacan sus manos y agrandan con todas sus fuerzas las pupilas. 

           Se sufre una transición, una metamorfosis, 
                             por eso
                                       no hay dos atardeceres iguales.