martes, 15 de abril de 2014

Número 26

Últimamente ando un poco descuidada. De mi, de ti. De mi mirada. De todo.
 Y cuando quiero caminar sola, vienes y me rompes. No hago la cama por si vienes y me dejas tu olor en la almohada. Y es que siempre acaba sin haber empezado nada.


Exactamente no sé por qué se ha dado ese parón. Lo mismo será porque no escuché tu canción favorita, o no supe descifrar el lenguaje de tu mirada aquella noche.
¿Hasta dónde llegan las consecuencias de mis actos? Parece que lo único que sé hacer es hacer daño y desconcertar, y al mismo tiempo me pongo triste porque otros corazones laten pero el mío late de más.

Me apetece pararme. Conocer tu mente, esperar en cada palabra, cada silencio y en tu pestañear. Y balancearme, para llegar hasta lo más alto y ganar esta prueba. Aunque en parte sea mi objetivo, lo importante es disfrutar del camino. Que conozcas mis manías, que te intimide mi mirar, que te rías cuando no sé hablar.

Creo que cuando se hablan las cosas se pierde la magia. Aquella mañana debí despertar e irme caminando sigilosamente por los tejados. O tú debiste tirarme por la ventana en vez de leerme un beso en los labios.
 No sé cuánto costó, ni que precio tuvo tal hecho.

Y ya, otro microcuento que se cumple,  entre quieros y no puedo. Juegos de palabras, tantos... que de tanto entendernos nos daba miedo. Y así fue como te hartaste de jugar a tu juego, me apartaste a un lado y yo ya he echado el freno. 
No quiero perder el tiempo.
 Entre tantas hojas aún hay historias a medias que posiblemente sean interesantes de continuar.
Y quien sabe, lo mismo gano por apostar.

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